La extraña nueva ciencia de la flotación

Comenzaron un día tarde en la noche: los temblores que estremecieron todo el cuerpo de Michael Harding al irse a dormir. —Cómo raro —­pensó Harding, en aquel entonces un soldado australiano de 23 años de edad con base en Afganistán. Tan sólo días antes Harding había estado en un asedio que duró por horas en el cual su segundo al mando recibiría un disparo y moriría.

Harding pronto empezó a temblar tanto que le tuvo que pedir a un amigo que encendiera sus cigarrillos por él. No podía tomar agua sin derramársela toda en la camisa, y en el comedor, sus tics se volvieron tan espásticos que en ocasiones tiraba su bandeja al suelo.

Recibió la baja del ejército por razones médicas en 2012 con diagnóstico de trastorno de estrés postraumático severo y con una nueva personalidad: introvertido e impasible. Sus horarios de sueño se vieron afectados también. Sufría de pesadillas y de sudores nocturnos.

Harding intentó manejar el empeoramiento de sus síntomas con dos tipos de terapia sicológica, cuatro tipos de medicamentos y grandes dosis nocturnas de whisky y Coca-Cola. Luego de que cada uno de estos métodos fallara, recurrió al yoga, a tomar jugos, a la meditación y a la marihuana medicinal. Ello ayudó un poco, pero la ansiedad de Harding y los espasmos musculares aún no disminuían.

Por esa época su esposa hizo lo que cualquier persona desesperada haría: empezó a investigar en foros en línea para ver si podía encontrar algo más que le ayudase con su trastorno de estrés postraumático. Encontró muy buenos testimonios sobre la flotación, la práctica de flotar bocarriba en un tanque lleno de agua tibia tan salada que te hace flotar.

—A mí me pareció que era una farsa —dice Harding. Pero en el mes de marzo del año pasado decidió intentarlo de todas maneras. Dice que se quedó dormido en el tanque, y que se despertó una hora más tarde sintiéndose renovado. Luego de tres flotaciones, Harding dice que su ansiedad y su hipervigilancia habían disminuido. Sus sudores nocturnos también así lo hicieron luego de tres meses de flotación. —Luego de flotar, estaba de veras relajado —dice. En realidad no estoy seguro de cómo lo hace, pero sé que flotar me ha permitido estar en una espacio mental en el que me siento más confiado, más cómodo —.

Feinstein cree tanto en el potencial terapéutico de la flotación que construyó toda su carrera, y su laboratorio, entorno al tema para comprobarlo. Este año abrió el único laboratorio de flotación en el país: el Centro de Investigación y Clínica de Flotación en el galardonado Instituto para la Investigación del Cerebro en Tulsa, Oklahoma. En su interior, no encontraremos las claustrofóbicas cápsulas tipo ataúd que se encuentran en la mayoría de lugares que ofrecen los servicios de tanques de flotación. Su piscina de flotación personalizada no está sellada lo que hace que las personas con trastornos de ansiedad no tengan temor a entrar.

Cuando se abre la puerta que conduce a la sala de flotación, se siente el aire tibio a la temperatura de su piel. En el centro, se ve un tanque circular pequeño del tamaño de un jacuzzi con 2000 libras de sales de Epsom. Siéntese, y va a mecerse como una boya; recuéstese, y va flotar sin tensar un solo músculo. Presione el botón que está al costado del tanque, y las luces azules se desvanecerán para dejarlo todo negro.

No se puede ver nada mientras flota. Pero lo que Feinstein ve que pasa en su cerebro es asombroso.

En su investigación, Feinstein le pide a los sujetos que adhieran pequeños sensores y un dispositivo electroencefalográfico a prueba de agua en sus frentes para medir las ondas cerebrales, sin cables. Al final del pasillo se encuentra una máquina de resonancia magnética a la que las personas entran luego de haber flotado.

Feinstein y su equipo han sobrepasado más de la mitad del primer experimento hecho alguna vez que combina imagen por resonancia magnética funcional con tanques de flotación. Ellos escanean el cerebro de sujetos saludables antes y después de que han flotado, y al comparar las dos imágenes, ven cómo la flotación cambia áreas de activación en el cerebro.

Los últimos avances en neurociencia les han permitido a los científicos analizar el interior del cerebro humano durante prácticas como la meditación y ver cómo la actividad cerebral cambia. La investigación resultante de estudios hechos con resonancia magnética funcional muestra que la meditación activa partes del cerebro asociadas con la atención y disminuye la activación en la amígdala, la parte del cerebro que activa la respuesta de lucha o huida a una amenaza percibida – aunque los cambios son más pronunciados en quienes son meditadores expertos que en los principiantes. Una buena cantidad de otras investigaciones demuestra los beneficios de la práctica, y su aceptación por parte de los profesionales médicos le ha seguido. La posición de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) es que la investigación evidencia que la meditación baja la presión arterial, disminuye los síntomas de la ansiedad y la depresión y más, y la agencia financia investigaciones con respecto al tema.

Sin embargo, los Institutos Nacionales de Salud aún tienen que ofrecer financiación para la investigación sobre flotación. Feinstein cree que la flotación puede ser un atajo para muchas personas para alcanzar un estado meditativo y obtener algunos de sus beneficios ya comprobados. — La flotación me ha hecho creer que una buena porción de nuestra población que normalmente no lograría meditar podría llegar a alcanzar esos estados meditativos profundos —dice Feinstein.

La investigación en curso está apenas comenzando, pero Feinstein y su equipo están viendo que la flotación disminuye la ansiedad en el cerebro en una forma tal que compite con medicamentos prescritos para esa condición y con la meditación. En el año 2005, Feinstein y sus colegas se preguntaron qué le pasaba al cerebro cuando una persona tomaba lorazepam, un medicamente que se vendía bajo el nombre de Ativan; es sumamente efectivo en la reducción de la ansiedad, pero también puede ser adictivo.

Ellos hicieron pruebas con el medicamento en voluntarios sanos, y ni los investigadores ni los participantes sabían quién había recibido lorazepam y quiénes placebo. Pero las diferencias en sus cerebros fueron inconfundibles. Con lorazepam, dice Feinstein — la amígdala – la región en donde se origina la respuesta de lucha o huida – básicamente se desactiva, lo que no pasa con la relajación por sí misma.

Ahora, una década después, su estudio actual replica el experimento hecho con lorazepan usando la flotación en lugar de los medicamentos. Él escaneó el cerebro de los participantes antes de comenzar el experimento, y luego dividió su grupo de voluntarios en dos. Ambos grupos recibieron lo que creían era la intervención: ya fuera una flotación de 90 minutos o la misma cantidad de tiempo en una silla reclinable de relajación. Le permitió a los participantes estar en dos sesiones para dejar que la novedad de las intervenciones disminuyera, y luego escaneó su cerebro después de la tercera sesión. —Básicamente lo que encontramos en los datos preliminares es que la amígdala se desactiva luego de la flotación —dice Feinstein. —Es bueno ver que eso se puede hacer de forma tal que no se requiera medicación.

Claramente, para que la comunidad científica acoja la flotación, se necesitan resultados reproducibles – y muchos más estudios.

Feinstein no es el primer científico que ha sido cautivado por la flotación. Los científicos inventaron y desarrollaron tanques de aislamiento en la década del 50. Pero el fundador que recibió el reconocimiento, el neurocientífico John C. Lilly, era lo que se puede decir un “chiflado”, en palabras de Feinstein, lo que hizo más difícil que el potencial de esta ciencia se tomara en serio.

La película de Hollywood Estados alterados (España: Un viaje alucinante al fondo de la mente), que se inspiró en la vida de Lilly, no ayudó. En este filme, un científico experimenta con medicamentos y tanques de privación de los sentidos, volviéndose loco con el tiempo. Fue una película de culto clásica – y una gran molestia para la investigación. Thomas H. Fine, quien empezó a investigar la flotación en la década del 70, dice que cuando enviaba un experimento para solicitar ayuda económica, recuerda haber recibido la respuesta típica de: “Esta es una moda pasajera hippie”.

A lo largo de la década del 90, Fine, quien ahora conduce investigación en estrés postraumático en la Facultad de Medicina de la Universidad de Toledo, publicó estudios sobre flotación, incluyendo uno en el que los sujetos tomaban sesiones de flotación de 40 minutos. Luego de tomar muestras de sangre durante la intervención encontró que en un 22% se redujeron los niveles de la hormona que se libera con el estrés: el cortisol.

Aunque sea casi que exclusivamente en muestras de menor tamaño, las investigaciones de Fine y de otros investigadores han evidenciado mejoras en la presión arterial, el ánimo, el dolor, la tensión muscular y las hormonas relacionadas con el estrés a partir de la flotación.

Yo creo que la flotación juega un papel importante en una buena terapia para una cantidad de trastornos con los que luchamos en cuanto a terapias efectivas se refiere —dice Fine.

Uno de los únicos estudios que sugiere que las personas con ansiedad podrían obtener beneficios terapéuticos a partir de la flotación fue publicado en el año 2006 en la Revista Internacional de Manejo del Estrés (Journal of Stress Management). Este estudio encontró que en un grupo de 70 personas con dolores relacionados con el estrés, 12 sesiones de flotación reducían el dolor, el estrés, la ansiedad y la depresión a la vez que mejoraban el sueño y el optimismo. Esos efectos positivos se mantuvieron por alrededor de cuatro meses después de que se detuviera el tratamiento.

Feinstein dice que repetirá su experimento actual el año entrante con imágenes cerebrales preflotación y postflotación en personas con síndrome de estrés postraumático. — Nuestra expectativa es que todos esos efectos se intensifiquen en una población con ansiedad clínica —dice.

Queda mucho por estudiar, y en el futuro, Feinstein quiere investigar qué tanto duran los efectos de relajación luego de una sesión de flotación y cómo cambia el cerebro luego de una práctica sostenida; luego de flotar, por ejemplo, doce veces al mes. Pero a pesar de las brechas en investigación que Feinstein trata de cerrar, la costosa práctica de la flotación continúa ganando adeptos. Una sesión de una hora le costará entre 50 y 100 dólares.

Pero para seguidores fervientes de la flotación como Michael Harding vale la pena. Harding compró un tanque de segunda seis meses después de su primera sesión, lo instaló en el sótano de su casa y ahora flota cada semana por una o dos horas cada vez.



Harding ha tratado de convencer a sus compañeros del ejército con dolores – tanto físicos como mentales – de entrar al tanque. Pero hasta el momento, a pesar de lo que evidencia la mejora de Harding, sólo uno ha atendido su sugerencia.